Hace millones de años, este lugar ya existía, a solo dos cuadras, fue encontrada una roca, durante una excavación donde hoy existe un fraccionamiento, en esa roca, encontraron unas rasgaduras, estas no eran comunes, así que la estudiaron, un paleontólogo, cuyo nombre ignoro, decidió que eran huellas de un dinosaurio enorme y la piedra era el vestigio de su huida tal vez durante la misma extinción de estos masivos animales. En una pared de arcilla fosilizada, yo misma llegue a encontrar pequeñas hojas de plantas que quedaron atrapadas en esta arcilla. Pasaron los años y los milenios antes de que volviera a tener algún significado este lugar, en esta zona se formo un enorme charco de agua, donde los habitantes remaban para divertirse.
El charco se secó y las lanchitas desaparecieron junto con el, casas tomaron su lugar, pero hace mas de cien años, un arbolito broto de su semilla y creció de una forma caprichosa a solo dos cuadras de donde la roca con la huella fue encontrada. Y dicen los locales que mas de un hombre fue colgado en sus torcidas ramas durante la guerra de los cristeros. Frente a este árbol que se encuentra casi en la esquina de un terreno que aun se encuentra sin construcciones, en la calle que lleva el nombre en náhuatl que significa flor, xochitl, en esa casa que fue construida hace ya una década, vivo yo ahora.
Hablo sobre este árbol, porque sus nudos y ramas y tronco grueso adornan la vista desde mi ventana, es imposible no apreciarlo y aunque su aspecto es hasta un poco siniestro, quizá por la vibra de los muertos que colgaron como adornos macabros desde sus fuertes ramas, gente que sitio este lugar, Cristeros que cometieron durante esas vidas algún error que los llevo a su propio fin, ante los furiosos ojos de los vengadores que les robaron sus últimos alientos por medio de la asfixia, mientras suspendidos de sus cuellos miraban por vez final la vista que aun tenia esta colonia en el pueblito mágico de Mazamitla Jalisco.
El casero nos platico de un tecolote que un día se poso sobre estas ramas y le canto, ocasionándole un tremendo miedo que lo llevo a tratar de dispararle al ave, quien a su vez se esfumo en el aire gélido típico de este lugar. Con el frio sus hojas se ven marchitas, pero les aseguro que esta lleno de vida y que pasando este frio invierno, el mas helado que he pasado en todos los años que llevo de vida, sus hojas reverdecerán y sus frutos cubrirán el suelo, su aspecto macabro cambiara por uno de erotismo absoluto, eso claro si el dueño actual decide perdonarle la vida a este antiguo ser de la tierra, ya que planean dividir el lote y construir casas en el.
En esta ocasión, he decidido hablar sobre este árbol, solo porque me hace reflexionar en los muchos que han sido derribados sin ningún control. Nos estamos quedando en un planeta contaminado e infértil, nuestras siguientes generaciones, no conocerán a estos gigantes silentes que nos suplican con su impavidez ante los siglos, que les dejemos seguir con sus vidas, sin pedir nada a cambio y dándonos a los humanos y a los demás seres vivos tanto. Sombra, casa, oxigeno…
Nuestras vidas están tan llenas de tecnología que ya están vacías de lo elemental en el mundo, lo natural. En Mazamitla llegan miles de personas al año para escapar de sus áridos hogares cómodos y rodeados de naturalezas artificiales, un solo árbol, salvaje, enorme, con historia, debería de representar a todos, los grandes y a los pequeños. Desde los pinos hasta las diminutas y centenarias pingüicas, son seres vivos que deben de ser respetados, sus vidas deben de perdurar y no ser aniquiladas solo para poder disfrutar de una fogata o de las paredes de una cabaña.
Podemos vivir sin la madera, sin la leña, sin los palillos de dientes. Pero no podemos sobrevivir sin los arboles. Piénsenlo, ya hemos reflexionado mucho en estos años sobre el fin del mundo, sobre el final de la civilización en la que vivimos, pero nadie piensa en la destrucción por asfixia, tal como los colgados del árbol que se asoma por mi ventana, pero en este caso no tendremos una soga alrededor de nuestros cuellos apretándose por nuestros propios pesos hasta que la entrada del aire sea bloqueada y nuestros cerebros mueran por la falta del recurso mas valioso que tenemos.
Mas valioso que los diamantes, que las comodidades, que el alimento y que nuestras propias vidas, es el oxigeno, y las plantas y los arboles, son los que lo producen. Nos estamos destruyendo a nosotros mismos, cada vez que un árbol es talado, una planta es arrancada y un tallo es aplastado sin que se piense o considere siquiera cual valiosa fue su aportación en este planeta.
Una forma de cambiar el mundo es reflexionar en los valores, en el respeto a la vida, en cualquiera de sus formas, ya sean vegetales o animales y hacer algo al respecto. Di no a la tala y a la destrucción de la naturaleza a cambio de la construcción y de la tecnología.
Por eso los invito a venir a la montaña a respirar del aire fresco mientras aun lo haya. Su amiga en Mazamitla Paloma Arau
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