Mis estimados lectores, hoy amaneció lloviendo aquí en la Sierra del Tigre, en mi casa en Mazamitla, escucho los truenos que retumban desde la montaña al fondo con su bellísimo paraje que se puede apreciar desde cualquier punto del pueblo. Los campos han estado reverdeciendo más y más con cada agua que cae.
Los capulines, estos gigantes silentes que bordean los caminos y calles del pueblo, se han estando manifestando al madurar su frutillas negras de dulce sabor. La población entera acude a estos, independientemente de quien sea el propietario y recogen sus frutos cual si fueran gallinas agachándose y metiéndoselas en la boca. No hay persona aquí que no haya ya comido los capulines.
Las flores salvajes no tardan en cubrir el suelo del bosque, con sus colores estrafalarios y sus caprichosas formas cual si de veras se tratase de un bosque encantado. Los hongos también crecerán ya que las esporas liberadas por sus padres serán activadas por la humedad que trae consigo la lluvia. Los helechos esta mañana están a perlados con las gotas que caen desde las copas altas de los pinos chinos u ocoteros y de los encinos. El suelo cubierto por el guinomo o la hoja de pino y la del encino que se ha estado pudriendo bajo el peso de la recién caída desbaratándose y convirtiéndose en un fino polvo que nutre la tierra roja, que no es más que simple barro.
Las aves están cantando ya que la lluvia dejo de caer, pero debajo de los impresionantes arboles que cubren los cerros las gotas aun están cayendo. Las orquídeas y las brumelias pronto florecerán después de haber aguantado sin agua alguna desde sus perchas en las copas de los pinos. Solo las domesticadas han floreado ya que reciben los cuidados de los humanos. Pero para las plantas salvajes apenas viene la época de su reproducción. El pino ya entró en esta antes de que las aguas comenzaran, y ahora las semillitas que fueron expulsadas de las piñas y transportadas por el viento a un pedazo de tierra lejos de las sombras de sus padres para crecer y convertirse en un par de décadas en otros gigantes del bosque.
En el pueblo, la gente se levantó temprano a hacer sus actividades cotidianas, ir de compras, abrir los negocios, preparar sus productos para la venta, ocupar sus oficinas o de plano comenzar su día en los establos con un pajarete. En estas primeras lluvias, aun nos da gusto saber que las lluvias han llegado, pero en un par de meses mas, los cielos nublados nos harán añorar el sol y este será bien visto de nuevo. Después de una época de estiaje tan severa como la que acaba de pasar este año y días calurosos casi a llegar al extremo de la insolación, el astro no es visto con buenos ojos aquí en la montaña, pero sabiendo que en las ciudades hiso mucho más calor nos damos gusto que no fue así en Mazamitla.
Mazamitla tiene tres temporadas indiferentes a las cuatro estaciones del año, aquí es la lluvia, el calor y el frio. En esta última, las lumbreras en las calles junto a las banquetas son esenciales para los transeúntes ya que el poderse detener unos instantes y calentarse junto a las fogatas para descongelarse es un alivio. El turismo que nos visita se envuelve en las tres estaciones de Mazamitla y encuentra cada una de ellas como un motivo para darse esa tan necesaria escapada de sus ciudades e internarse en el bosque, en el pueblo y en el clima de Mazamitla.
Pero volvamos al día de hoy, el caminar por las calles empedradas en las cuales los charcos aun no de alcanzan a secar, el dar el saludo a los vecinos que pasas por las calles, el escuchar el trinar de las aves y el respirar la humedad en el aire. Sabiendo que en la noche la neblina ascenderá de la tierra y cubrirá el pueblo con un encanto casi fantasmagórico tapando la luna y las estrellas, cayendo como cascada de los edificios más altos del centro y envolviendo a las buenas personas de aquí quienes arropados se reunirán en cafés y en la plaza para comentar sobre los hechos del día.
La noche nos traerá un sentido de paz a sabiendas que la naturaleza esta recibiendo el líquido vital y que los cultivos pronto se apreciaran en los campos, habrá elotes y duraznos, zarzamoras y muchas delicias más como las chilacayotas y todo aquello que es preparado en esta temporada. Los aguamieleros tendrán ahora que esperar a que escampe para poder descubrir los corazones de los magueyes y rasparlos para poder hacer el pulque, las pitayas pronto se anexaran a la dieta de los locales al ser traídas desde la rivera. Las guayabillas, las ciruelas y todas esas frutas estarán de nuevo procesadas para los deliciosos ponches así como los membrillos y quizá hasta haya pingüicas este año.
La magia de la lluvia en la montaña es todo un espectáculo que no se pueden perder, así que les sugiero que en vez de planear vacaciones con lluvia en las playas, mejor vengan a ser parte de la magia del pueblo de Mazamitla.
Su amiga en Mazamitla Paloma Arau
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